jueves, 15 de abril de 2010

Cuando llega el Circo...

Cuando llega el Circo...

Por: Laura Negrón, M.Ed.

A los 19 años participé de un taller latinoamericano para líderes comunitarios en Paraguay. Una tarde al finalizar el taller un grupo de jóvenes paraguayos, uruguayos, bolivianos y algunos argentinos decidimos dar una vuelta para conocer el área y disfrutar de las actividades de la ciudad. Recordé haber visto un cartel en el aeropuerto que anunciaba la llegada del Circo a Asunción e hice la sugerencia de asistir al mismo ante la mirada atónita y puedo decir que hasta indignada del grupo --“Nosotros no vamos a Circos; no auspiciamos ningún evento donde se maltraten animales”, respondió una de las chicas a lo que los demás asintieron. Mi mente se abrió al estudio de la situación y sobrepasada la vergüenza de la ignorancia (la mayoría de ellos era más joven que yo), decidí que jamás participaría del Circo.

Esta es una invitación a la reflexión antes de comprar una taquilla para ir al Circo… no hay ninguna razón por la cual participar de un evento de seudo-entretenimiento por el simple hecho de que llega a nosotros y está ahí, disponible; nos espera... No seamos consumidores pasivos.

El origen del Circo con animales data del 320 AC cuando los romanos realizaban eventos en los que hombres y animales se enfrentaban en arenas al aire libre y anfiteatros para entretener a sus espectadores, en ocasiones hasta la muerte. A diferencia de los egipcios cuyos actos con animales promovían el respeto entre especies y resaltaban los atributos del reino animal, los romanos (como todo gran imperio en búsqueda de espacios en los cuales probar su supremacía), obligaban a los animales a ejecutar acciones cuasi-humanas y los exponían a las más crueles experiencias en nombre del entretenimiento y placer humanos. Históricamente hemos recibido costumbres similares de otras culturas como la española y estadounidense con sus corridas de toros, peleas de gallos y peleas de perros respectivamente. Aunque muchas de estas costumbres tienen sus paralelos en otros países, Puerto Rico ha recibido de primera mano un modelaje en relación al trato a los animales que a la ciudadanía se le hace difícil cuestionar. ¿Por qué someter animales salvajes a realizar acciones burlescas?, ¿Por qué usar carruajes en el viejo San Juan arrastrados por caballos cuando podemos viajar en auto o caminar por la ciudad?, ¿Por qué encontrar diversión en las peleas de gallos?... ¿Por qué?

Todas las semanas recibimos en nuestro Albergue decenas de llamadas en las cuales hombres, mujeres, jóvenes y niños de nuestras comunidades denuncian en maltrato de algún animal en su entorno o su abandono. Hablo con personas todos los días que sin ser dueños de estos animales se preocupan de que un auto los atropelle, de que un caballo con alguna herida mortal continúe sufriendo en la esquina de la carretera o de que una perra a punto de parir no tenga un techo o comida disponibles para cuando nazcan sus crías. Veo todos los días a decenas de personas que se preocupan por adoptar la nueva mascota de la familia en nuestro Albergue, porque conocen la necesidad que tienen de un hogar feliz. Trabajo con voluntarios que nos ayudan a llevar la voz sobre la importancia de vacunar y esterilizar a sus mascotas… Entonces, ¿por qué apoyar el Circo?... Nosotros no somos así.



Tal vez pensamos que hay personas allá afuera que se encargan de proteger a los animales; esos llamados activistas. Personas radicales a los que algún día alguien hará caso. Tal vez pensamos que eso no tiene que ver con nosotros y vamos a la taquilla del Circo, la compramos, llevamos a nuestros niños y regresamos a casa muy sorprendidos con todas las cosas que ese oso pudo hacer y lo bien coordinados que desfilaron los elefantes. Todo, sin preguntarnos cómo se logra que un animal salvaje de tal tamaño haga lo que vimos. Tampoco pensamos en el dolor o miedo que debe sentir ese animal cuando es atado por horas o días, al estar lejos de su hábitat y su familia o al recibir golpes y lastimaduras porque debe aprender bien su “acto”. No pensamos en la trágica muerte que le espera si no obedece a su entrenador y decide seguir sus instintos naturales durante algún espectáculo. No nos imaginamos lo que diría si pudiera habl ar y contarnos…

Realmente no sabemos el gran poder que tenemos. Sin dinero, no hay Circo. El trabajo de los activistas es llamar la atención para detenernos y hacernos pensar; el resto del trabajo es completamente nuestro. En la medida en que se disminuye la participación de animales en Circos, se aumenta la participación de humanos en ellos lo que es conveniente para la economía y no superimpone el maltrato a los animales. Hay tantas cosas que puede hacer:

- Hable a sus hijos y familiares sobre las razones para no apoyar el Circo

- Ponga de ejemplo a su mascota; ¿le gustaría que le obligaran a hacer un acto en el Circo y que le sometieran a los castigos necesarios para que esto ocurra?, ¿Permitiría que le expusieran a ello?

- Encuentre otras actividades locales que realizar para entretener a su familia (auspicie sus museos y parques)

- Apoye circos que no utilicen animales, como Cirque de Soleil

- Escriba a la escuela de su hijo/a para que no permitan la distribución de taquillas gratis al Circo

Para más información acerca de estos temas acceda http://www.petaenespanol.com/cmp/ent-circos-wycd.html

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